INEPTITUD E INCOMPETENCIA

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

No hay que ignorar que en algunas dependencias, generalmente de los gobiernos estatal y municipal, se crean áreas únicamente para dar chamba al recomendado.

Frecuentemente, el ciudadano se pregunta por qué es que el trámite que inició en cualquiera de las muchas dependencia e instituciones del gobierno de cualquier nivel, tarda tanto en resolverse, en ofrecer resultados positivos o negativos, en concluirse.

Sucede que ese ciudadano no entiende, no comprende y no acepta que un documento, una respuesta, una petición o una gestión se demore más allá de lo lógico, de lo razonable, de lo esperado y deseado.

Simplemente porque quien efectúa un trámite espera que quien lo reciba del otro lado del escritorio tiene la capacidad, el conocimiento, las facultades, la voluntad, los recursos la inteligencia, la dignidad y la disponibilidad para darle respuesta positiva o, al menos, despierte la compasión para ofrecer cuando menos una explicación y, si Dios lo iluminara, una orientación.

Cuando la respuesta se demore más allá de lo aceptable y entendible, cuando esta tardanza sea atribuible a situaciones o condiciones propias a la inacción o acción equivocada o a la desidia de quienes tienen en sus manos la solución, se está hablando de ineptitud e incompetencia.

Cierto, no hay que ignorar que en algunas dependencias, generalmente de los gobierno estatal y municipal, se crean áreas, oficinas, coordinaciones, direcciones o jefaturas únicamente para dar chamba al recomendado y cuya función es, exclusivamente, la de entorpecer el buen término de los asuntos.

Si acaso no tuviera función o responsabilidades lógicas ese nuevo funcionario, pues, simplemente se le inventan. Por ejemplo, todo documento debe pasar por su firma y visto bueno. No se sabe para qué, o qué importancia o motivación legal tenga eso. O no se sabe qué pasaría si se salvara ese trámite; pero en el manual de la burocracia, el papeleo, la torpeza, ineptitud e incompetencia dice que así debe ser pues el resultado y consecuencia será la de obstaculizar todo intento por hacerle la vida fácil al ciudadano que le paga su salario, es decir, su patrón.

No importa qué tan letrado o improvisado sea el empleado o burócrata, que muchas veces no trabajador, que esté al frente de esa área gubernamental, el resultado será invariablemente la tardanza absurda de los resultados con la consecuente desesperación del usuario que también, invariablemente, acaba mentándole la madre al sujeto aquel por citarlo en día sí y otro también para ofrecerle la misma respuesta estúpida de venga otro día porque aún no tenemos nada para usted.

Y hablando de eficiencia y de eficacia, de aptitudes y actitudes, de competitividad y burocracia, de diligentes y torpes, se pregunta uno ¿qué tan difícil puede ser hacer una llamada, redactar un oficio, trasladarse a un lugar, firmar un documento, concertar una cita, llegar a un acuerdo, o simple y sencillamente decir “¡¡¡NO!!!?

Porque una negativa también es respuesta y pocos alcanzan a entender cuánto se ahorra y agradece que aunque sea negativa, es bienvenida esa respuesta. Pareciera que muchos burócratas, a pesar de lo que ganan, a pesar de los beneficios que obtienen y de los que mucho disfrutan, no han aprendido a decir no y en cambio se comprometen a todo pero poco hacen y lo que sí hacen, lo hacen mal.

No hay pretextos para la ineptitud y la incompetencia al momento de atender al público que es, finalmente, patrón y jefe del empleado si nuestros impuestos le han dotado de todo lo necesario para el cumplimiento de sus funciones: presupuesto, escritorio, computadora, teléfono, automóvil, oficinas, secretaria, gastos de representación y hasta café y galletitas… con todo este apoyo ¡¡Aun se atreven a no dar resultados positivos!!. O simplemente una maldita respuesta.

Si el trámite, la petición, la gestión o el pago tardan de tres días a una semana, podría decirse que es medianamente aceptable el desempeño del empleado público; si va más allá de los 15 días, se puede decir que hay incompetencia en la dependencia y en el trabajador. Si el tiempo de demora llega a los 20 días se está ante un caso de ineptitud o burocracia imbécil… si la respuesta sobrepasa el mes, si llega a los 60 o 90 días o más, entonces ya no se aplican las anteriores consideraciones, pues indudablemente se trata de un asunto de pendejez oficial y con salario.